Qué aburrición... ¡Quiero mi Morbito!
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¡Extra, extra!
¡SE PROPAGA EL MORBITO!
Ciudad de México, 2009. Periódico para ojos curiosos causa revuelo en la zona metropolitana del Valle de México. Los lectores lo buscan con ahínco, a pesar de portar el slogan “Mejor no lo leas”. Los padres ya no saben cómo prohibirlo y los maestros, confundidos, no se deciden a vetar un material con tan buen contenido. Algún joven despistado ya se hizo del suyo y, según fuentes fidedignas, tampoco logra conciliar el sueño. El morbo se esparce, es más grande que el terror, ¿qué tan lejos llegará?
Ciudad de México, 2009. Periódico para ojos curiosos causa revuelo en la zona metropolitana del Valle de México. Los lectores lo buscan con ahínco, a pesar de portar el slogan “Mejor no lo leas”. Los padres ya no saben cómo prohibirlo y los maestros, confundidos, no se deciden a vetar un material con tan buen contenido. Algún joven despistado ya se hizo del suyo y, según fuentes fidedignas, tampoco logra conciliar el sueño. El morbo se esparce, es más grande que el terror, ¿qué tan lejos llegará?
Fábrica de sueños
Nació un poco descompuesto, casi lo daban por muerto;
le dieron sus buenas nalgadas, sin que le pasara nada.
Al fin abrió sus ojillos, percibió un extraño brillo:
en una charola un cuchillo y lo que quedó de su ombligo.
Cual voyeur que comienza, perdió un poco la cabeza.
Pañales, biberón y talco, siempre sintió que le faltó algo.
--------
No le teme a la sangre, a la pus o a los mocos,
más bien le atraen de un modo loco.
Dice que no y se voltea, pero enseguida olfatea,
los olores feos disfruta: gases, eructos, diarrea.
Con los ojos casi en blanco, disfruta un asalto al banco,
hojea revistas de desastres, esperando ahí encontrarse.
Todos le dicen "Morbito, ¡Pobre niño, tan gordito...!".
Sus papás sólo comentan: ¡Será un desastre en la escuela!
le dieron sus buenas nalgadas, sin que le pasara nada.
Al fin abrió sus ojillos, percibió un extraño brillo:
en una charola un cuchillo y lo que quedó de su ombligo.
Cual voyeur que comienza, perdió un poco la cabeza.
Pañales, biberón y talco, siempre sintió que le faltó algo.
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No le teme a la sangre, a la pus o a los mocos,
más bien le atraen de un modo loco.
Dice que no y se voltea, pero enseguida olfatea,
los olores feos disfruta: gases, eructos, diarrea.
Con los ojos casi en blanco, disfruta un asalto al banco,
hojea revistas de desastres, esperando ahí encontrarse.
Todos le dicen "Morbito, ¡Pobre niño, tan gordito...!".
Sus papás sólo comentan: ¡Será un desastre en la escuela!
El fin de Morbito
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